Bajada de temperaturas drásticas. Amenaza de nieve con la cota a 600 metros. Cielo negro como un angoleño untado en betún en una habitación a oscuras. Agua nieve. Son cosas que uno no quiere que ocurran cuando tiene que rodar en exteriores. Sobre todo si no tiene que haber nieve, ni agua, ni frío ni nada en la toma. Así que cuando el día amaneció soleado nos frotamos las manos. Claro que, cuando empezó a nevar… en fin.
Aún y con todo se decidió tirar para adelante, porque para cancelar siempre había tiempo. Aunque rodar supusiera montar la grúa y preparar la iluminación y cubrirlo todo con plásticos para proteger el equipo de la lluvia. Y esperar una tregua del dios del mal tiempo y la mala leche.
Pero de alguna manera, el dios del mal tiempo y de la mala leche decidió que, cuando el plan de rodaje indicaba que había que empezar, haría una pausa en la lluvia. No despejó, que tampoco era cuestión de hacer alardes, pero para la escena tampoco importaba.
Rodamos todo, aunque los actores pasaron algo de frío. Los que estábamos detrás de la cámara no tanto… no salir en plano permite llevar un cálido abrigo.